Conciliar. Esa utopía que perseguimos los padres que trabajamos y deseamos ser partícipes de la vida de nuestros hijos. Utopía porque nos faltan horas y nos sobran obligaciones, nos puede el cansancio y por más que queramos no llegamos a todo. Y miramos alrededor buscando ayuda, empatía y compromiso por parte de los de arriba para no dejarnos los sueños en el intento.
Mi experiencia me dice que si tenemos que esperar a que el gobierno establezca nuevas leyes que favorezcan la conciliación, las instituciones y empresas las pongan en práctica y esas medidas nos lleguen realmente, estamos apañados. Si queremos conciliar no nos queda otra que analizar qué está en nuestra mano hacer, qué depende de nosotros. Y eso, hoy por hoy, y salvo mínimas excepciones, supone renunciar.